Con el grandioso espectáculo deportivo que ofrece sobre el césped, sus famosos conciertos de medio tiempo y sus anuncios plagados de estrellas, la Super Bowl constituye la perfecta amalgama de deporte, cultura pop y publicidad.
La Super Bowl, que enfrentará el próximo domingo a los Philadelphia Eagles y a los Kansas City Chiefs en el imponente Caesars Superdome de Nueva Orleans (Estados Unidos), tiene la vitola de ser el mayor evento publicitario del año allende los mares. Y sus exorbitantes cifras dan fe de ello. Las codiciadas pausas publicitarias de la final de la NFL aglutinarán este año una inversión de alrededor de 650 millones de dólares en un lapso de apenas tres horas. En 2025 los spots emitidos en la Super Bowl serán más caros que nunca. Su precio ha rebasado, no en vano, por primera vez la barrera de los 8 millones de dólares por apenas 30 segundos en pantalla. No obstante, los anunciantes que paguen tan onerosa cifra para abrirse paso en las pausas publicitarias de la Super Bowl llegarán potencialmente a más de 180 millones de espectadores de más de 100 países diferentes.
Este evento, que con el grandioso espectáculo deportivo que ofrece sobre el césped, sus famosos conciertos de medio tiempo y sus anuncios plagados de estrellas constituye la perfecta amalgama de deporte, cultura pop y publicidad, es una fenomenal escaparate para las marcas dispuestas a abonar las colosales cifras que implica la participación en la Super Bowl en una era en la que la clásica televisión lineal no atraviesa por su momento y que sigue dando cuenta, no obstante, de su excepcional poderío en acontecimientos de la envergadura de la final de la NFL.
Anunciándose en la Super Bowl las marcas pueden conectar con una audiencia tan amplia como diversa y abrirse paso (a empellones si hace falta) en la cultura popular. En Estados Unidos la final de la NFL es un evento tan arrolladoramente popular que acapara todas las conversaciones durante el tiempo que dura el partido y sienta frente a la pequeña pantalla a personas que en circunstancias normales no siguen habitualmente eventos deportivos. La Super Bowl trasciende, al fin y al cabo, las fronteras del deporte y echa también sus tentáculos en el universo del entretenimiento, presente tanto en los anuncios emitidos durante sus pausas publicitarias como en el concierto de medio tiempo, explica Alexander Michaelsen en un artículo para Horizont.
Si bien es cierto es que evento de estas características tiene sentido a bote pronto única y exclusivamente en Estados Unidos, donde los presupuestos publicitarios son bastante más abultados que en Europa, lo cierto es que el viejo continente y las marcas allí radicadas deberían mirarse más en el espejo de la Super Bowl. Y así efectivamente lo hicieron el año pasado durante la final de la Champions League, donde el partido que enfrentó al Borussia Dortmund y el Real Madrid en el emblemático estadio de Wembley vino precedido de un electrizante concierto a cargo de Lenny Kravitz patrocinado por Pepsi. Este año actuará asimismo en la final de la Champions League la banda estadounidense Linkin Park.
¿Es posible exportar el concepto de la Super Bowl a Europa?
Por otra parte, y teniendo en cuenta que el próximo Mundial de Fútbol de la FIFA se celebrará en Estados Unidos, la patria chica de la Super Bowl, el máximo organismo rector del fútbol podría experimentar igualmente con nuevos formatos que, permeados de una gruesa pátina de entretenimiento, puedan conectar potencialmente con una audiencia que no congregue única y exclusivamente a los fans más enardecidos del balompié. Quizás la final de ese Mundial, que se celebrará en la que es probablemente la ciudad más glamourosa sobre la faz de la Tierra, Nueva York, venga trufada de carísimos anuncios similares a los que se emitirán el próximo domingo en la Super Bowl.
En Estados Unidos la línea que separa el deporte del entretenimiento se ha difuminado por completo y en los partidos de la NFL y también en los de la NBA es frecuente ver en las gradas a grandes estrellas de la música, del cine o de la moda. Ni que decir tiene que la fusión de deporte y de entretenimiento tiene también a la postre un gran impacto en la cultura pop. El mejor ejemplo es probablemente la lucrativa pareja formada por la cantante Taylor Swift y Travis Kelce, jugador de los Kansas City Chiefs.
Durante la próxima edición de la Super Bowl las sinergias del deporte y de la cultura pop volverán a hacerse de nuevo evidentes y no solo durante las pausas publicitarias, donde muchos de los anuncios estarán protagonizados por «celebrities», sino también durante el «show» de medio tiempo, que correrá este año a cargo del rapero Kendrick Lamar, que no es quizás el artista predilecto de los seguidores de la NFL, pero que logrará atraer también a quienes no ven habitualmente los partidos de esta competición deportiva y son fans incondicionales del cantante.
La estrategia de fichar a artistas como Kendrick Lamar para actuar durante el medio tiempo (y arrastrar con él a sus fans) ha sido ya emulada hasta cierto punto en Europa por competiciones deportivas como la Supercopa de España, que se celebró hace apenas un mes en Arabia Saudí para atraer así a nuevos grupos de público objetivo. De manera similar, en la Kings League, que echó a andar en 2023, el deporte y el entretenimiento se dan un fuerte apretón de manos y forman un dúo tan formidable como indisoluble.
Puede que en un futuro no demasiado lejano en las competiciones deportivas celebradas en el viejo continente la publicidad y la cultura pop jueguen un rol tan relevante como ya lo hacen actualmente la Super Bowl. Solo hay que experimentar y si el experimento eventualmente prospera, podría haber cientos de millones de euros en juego, concluye Michaelsen.
Source link